Así era la vida en Elche antes de internet
Elche en la era pre-digital: Tradición, encuentros y un ritmo de vida pausado
Antes de la llegada de internet, la vida en Elche se desarrollaba de forma muy distinta. La ciudad funcionaba con un ritmo más pausado, en el que la comunicación y el intercambio de información se realizaban mediante medios tradicionales. La radio, la televisión y los periódicos locales eran las principales fuentes de información, de modo que las noticias circulaban de manera gradual. Esta situación permitía que las tradiciones y el folclore se transmitieran de generación en generación sin la inmediatez propia de la era digital.

La esencia de la vida ilicitana se basaba en el contacto directo. Las plazas, los mercados, los bares y otros espacios públicos eran el escenario de encuentros cotidianos donde la comunidad se reunía para compartir experiencias, resolver dudas y celebrar juntos. Eventos culturales y festividades tradicionales, como las representaciones del Misteri d’Elx o las celebraciones de Semana Santa y Domingo de Ramos, jugaban un papel fundamental en la transmisión de la rica herencia cultural de la ciudad. Estos encuentros cara a cara contribuían a forjar vínculos sólidos entre los vecinos, creando un tejido social basado en el apoyo mutuo y la cercanía.
En el ámbito laboral y educativo, la ausencia de dispositivos digitales implicaba métodos de trabajo y aprendizaje más reflexivos. Las comunicaciones se realizaban mediante teléfonos fijos o a través del correo postal, y las investigaciones o tareas escolares se llevaban a cabo consultando libros, enciclopedias y otros recursos impresos en bibliotecas. Este proceso, aunque menos inmediato, favorecía una comprensión más profunda y una capacidad de análisis que muchas veces se veía eclipsada por la rapidez de la información en la era digital.
La década de 1960 marcó un momento clave en la vida social de Elche. El Parque Deportivo de la ciudad se consolidó como un punto de encuentro fundamental para actividades deportivas y culturales. En junio de 1964, este parque se adaptó para albergar partidos de balonmano y, además, acoger bailes municipales, demostrando así su relevancia como espacio de convivencia. Paralelamente, el Parque Municipal ofrecía un escenario diverso para eventos musicales, entre los que se destacó la actuación del grupo Los Palmas, acompañado por la figura de Pluto. Estos espacios no solo servían para el entretenimiento, sino que también reforzaban la cohesión social al reunir a personas de todas las edades y procedencias.

Con la llegada de la década de 1970, la vida nocturna de Elche adquirió un protagonismo especial, quedando plasmada en la memoria colectiva a través de locales emblemáticos. El Salón de Baile “Las Rocas” se destacó como uno de los principales puntos de encuentro para la juventud y la comunidad en general. Este establecimiento era recordado no solo por su ambiente vibrante y por los animados bailes, sino también por ser un espacio de socialización donde se compartían modas, tendencias y anécdotas. La música, que oscilaba desde el rock hasta ritmos que anticiparon la era disco, impregnaba el ambiente de “Las Rocas”, convirtiéndolo en un epicentro de la vida cultural ilicitana.

De igual manera, la Discoteca Kentoky’s, ubicada en la calle Blas Valero, se impuso como uno de los referentes nocturnos de la época. Su imagen publicitaria, marcada por un estilo psicodélico y atrevido, reflejaba la estética y el espíritu de libertad propios de los años 70. La oferta musical de Kentoky’s combinaba ritmos populares —desde rock hasta pop y otros géneros emergentes—, creando un ambiente propicio para el baile y la socialización. Junto a este local, la Discoteca Sagasta 20, situada frente a La Glorieta en el centro de la ciudad, ofrecía un espacio moderno y atractivo que resonaba con las tendencias culturales del momento, convirtiéndose en otro punto de encuentro indispensable para los jóvenes de la época.
El ocio en la Elche pre-digital no se limitaba exclusivamente a la vida nocturna. En el centro de la ciudad, el Restaurante Bar El Marfil, ubicado en La Glorieta, fue un emblemático punto de reunión durante los años 60 y 70. Este establecimiento se caracterizaba por ser un espacio de tertulias y encuentros sociales, donde amigos, familiares y vecinos se congregaban para conversar, debatir temas de interés común y compartir momentos especiales en un ambiente acogedor. Del mismo modo, el Boquerón de Plata, fundado en la década de los 70 por Fernando Verdú en la calle Reina Victoria, se convirtió en un lugar icónico. Tras pasar por distintas gestiones, este establecimiento fue testigo de importantes reuniones y acuerdos, especialmente en el sector del calzado, que ha sido históricamente fundamental para la economía de Elche. La experiencia vivida en estos locales sigue siendo recordada con cariño por quienes la protagonizaron, consolidándose como parte integral de la identidad social y cultural de la ciudad.
En resumen, la vida en Elche antes de internet estaba marcada por una mayor intimidad y conexión personal, un ritmo de vida relajado y una dependencia de los medios tradicionales para la comunicación. Los espacios de encuentro —desde parques y salones de baile hasta cafeterías y restaurantes— eran el corazón de la vida social, donde se fortalecían las relaciones y se preservaban las ricas tradiciones culturales. Esta era pre-digital se caracteriza por su autenticidad, en la que cada conversación y cada reunión contribuían a construir una identidad ilicitana sólida y perdurable, motivo de orgullo y nostalgia para sus habitantes.
Paco Ciclón / AFPRESS