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CINE | UN FRANCO, 14 PESETAS

FICHA TÉCNICA

Película española costumbrista de 2006, de 105 minutos de duración, basada en recuerdos personales del director, dirigida por Carlos Iglesias, con guion del mismo Carlos Iglesias, música de Mario de Benito, fotografía de Tote Trenas, producida por Adivina Producciones, y protagonizada por Carlos Iglesias, Javier Gutiérrez, Enrique Cazorla, Isabel Blanco, Nieve de Medina y Eloísa Vargas entre otros actores.

ARGUMENTO

La película trata de 2 amigos españoles Martín y Marcos, que, en los años 60 del siglo XX, deciden emigrar a Suiza, buscando oportunidades laborales, que España no les puede ofrecer.

LOS PERSONAJES

La película orbita en torno a Martín, trabajador español oficial de primera, que al inicio del desarrollo español, en los años 60 del siglo XX, por un proceso de reajuste de la industria, entre otros obreros, es despedido de la empresa.

Martín vive en Madrid, en condiciones muy precarias, con su mujer Pilar, el hijo de ambos Pablo, un niño de 5 años y con los padres de Martín, porteros, en un sótano, que constituye la vivienda del portero de un edificio del barrio madrileño de Argüelles.

Marcos, un amigo de Martín, soltero, pero con novia, Mª Carmen y también oficial de primera, lo anima a emigrar a Suiza, por las perspectivas laborales del próspero país helvético. Ambos deciden emprender el arduo camino de la emigración, sin contrato de trabajo y fingiendo ser turistas en la aduana, para poder pasar la frontera.

Encuentran trabajo enseguida, como mecánicos en una fábrica en el pueblo industrial de Schwellbrunn, en la comarca de Uzwil, Suiza. Ambos por la lejanía de esposa y novia respectivamente, acaban involucrándose en relaciones sentimentales en el país alpino. Martín con Hanna, la propietaria de la pensión donde se alojan y Marcos, con una trabajadora del mismo establecimiento, Erika.

Pilar y Pablo se reúnen con ellos un año después. Todos se enfrentarán a una vida muy distinta a la que dejaron atrás, lo que originará muchos choques culturales por las costumbres españolas y la mentalidad española de la época, muy atrasada en comparación con la de la Europa del Progreso y de las libertades.

Pablo es el que encarará más cambios, en muy poco tiempo: ver marchar a su padre, cambiar también él de País, crecer en otro ambiente, aprender otro idioma…Pese a los drásticos cambios su vida en Schwellbrunn, en la comarca de Uzwil, Suiza será tan cómoda y feliz, que la añorará cuando, por la decisión de sus padres, tenga que volver a España con ellos.

MARCO GEOGRÁFICO E HISTÓRICO

En la década de los 60 del siglo XX, prácticamente 2 millones de españoles, abandonaron su país de origen, espoleados por la necesidad y por el aislamiento que ahogaba a España. Se dirigieron a muchos países de Europa como Suiza, Alemania, Bélgica, Francia, Gran Bretaña y Holanda. La gran mayoría eran jóvenes de entre 25 y 29 años, varones (el 84%), casados (el 70%). Casi la mitad eran asalariados agrícolas carentes de formación. Debido a la escasa o nula formación de los migrantes en general, algunos de los cuales eran  incluso analfabetos, los sectores mayoritarios de ocupación fueron: la construcción (30%) bajo contrato temporal, la industria metálica (25%) y la hostelería (23%), entre otros.

Aunque Suiza, Alemania, Bélgica, Francia, Gran Bretaña y Holanda pactaron con los países del Sur de Europa contratos de trabajo, mediante convenios, para solucionar sus necesidades laborales, la mitad eran emigrantes irregulares, sin contrato de trabajo.

El régimen de Franco miró para otro lado, simultáneamente ocultando esta emigración masiva, y aprovechando la entrada de divisas del extranjero. Según estudios 3.000 millones de dólares al año entraron a España a comienzos de los 60, resultado de inversiones ligadas a la construcción.

En 1959 se pone en marcha el Plan de Estabilización o Plan Nacional de Estabilización Económica, que era una serie de medidas económicas, aprobadas por el Gobierno de España, para estabilizar y liberar la economía española. Este plan terminó con la anterior política de autarquía  o autosuficiencia o economía cerrada, posibilitando una época de crecimiento económico en España durante la década de los 60.

En 1959 con el citado plan de estabilización comenzó la emigración española a Suiza, una vez suprimida la exigencia del visado para viajar al país alpino.

No se trataba de una emigración organizada y en 1961 se puso en funcionamiento la institución destinada a organizar el flujo migratorio: el Instituto Español de Emigración IEE.

Como existían ya contactos personales entre las empresas y los emigrantes, gran parte de los contratos se efectuaron sin la intervención del IEE. Contrastados los datos aportados por el IEE y los de los países de acogida, se desprende que prácticamente el 52% de los emigrantes fue sin contrato y el resto con pasaporte de turista. El contrato se hacía en el destino, según investigaciones de Juan Chacón, emigrante retornado a España en 1998 a su jubilación.

De hecho, de acuerdo con los datos aportados por el IEE, entre 1964 y 1971 se trasladaron a Suiza 656.729 españoles, sin embargo, de acuerdo con las estadísticas suizas, en un periodo menor, entre 1966 y 1971, los españoles desplazados al país alpino fueron 910.965.

El norte de Europa, reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial, tenía gran demanda de mano de obra por su gran crecimiento económico. Esta próspera y pujante Europa del Norte era incapaz de mantener un buen nivel competitivo, sin captar capital humano. Las fábricas precisaban trabajadores, para mantener la maquinaria activa durante toda la jornada, ya que la competencia disponía de maquinaria, que funcionaba a pleno rendimiento. Las empresas por tanto presionaban a los gobiernos, para agilizar las listas oficiales del convenio y así conseguir personas dispuestas a trabajar inmediatamente. Por esta situación de facilidad de conseguir empleo los emigrantes no esperaban las listas oficiales del convenio, suscrito entre el país emisor España y el país de acogida, y viajaban sin contrato.

El régimen franquista no implementaba medidas, para atajar esta “inmigración irregular”, porque no interesaba que las empresas extranjeras dejaran de demandar españoles y se decantaran por portugueses o turcos, lo que acabaría con el negocio de las divisas, aportadas mediante las remesas monetarias de los emigrantes españoles, durante la década de los sesenta y setenta del siglo XX.

Estas divisas y los ingresos procedentes del turismo equilibraron el déficit de la balanza comercial española, permitiendo una saneada balanza de pagos. La balanza de pagos es el registro de todas las transacciones comerciales, realizadas entre un país y el resto del mundo, en un período determinado. Incluye las exportaciones e importaciones de bienes, servicios, capitales financieros y transferencias, constituyendo una traducción fiel de ingresos y gastos.

Ambos fenómenos, entrada de divisas y de turistas, desencadenaron una relativa apertura del régimen franquista.

Una vez en el país receptor, como muchos españoles eran obreros sin cualificación profesional, se vieron abocados a trabajar en condiciones muy duras, malviviendo en alojamientos insalubres, en barracones, con salarios menores que los trabajadores locales y escasas posibilidades de integración en la sociedad receptora. Pese a que la mayoría de los migrantes eran casados, la familia se quedaba en España debido a las dificultades para conseguir el reagrupamiento familiar. Dependiendo del país de acogida variaba el porcentaje de reagrupamiento familiar, por ejemplo, mientras en Francia un 70% de emigrantes españoles vivían en familia, en Alemania lo hacían el 63%. En Suiza la cifra era menor, un 25%, ya que en el país alpino la reagrupación familiar solo se conseguía si el trabajador llevaba viviendo 18 meses allí.

También, los emigrantes españoles constituyeron una mano de obra barata y tuvieron que realizar los trabajos, que los trabajadores nacionales no querían, ya que el nativo del país conocía el idioma, cobraba el paro y otras ayudas, tenía a su familia allí y contaba con recursos de los que carecía el trabajador emigrante.

Al principio de los 60 del siglo XX, muchos de los emigrantes españoles llegaban a Suiza con contrato anual. Sin embargo, en 1971 se asistió a un cambio en la tendencia: los contratos temporales, como máximo de 8 meses y sin posibilidad de renovación, representaban la mitad.

Aunque en principio gran parte de los emigrantes no proyectaban permanecer mucho tiempo en los países de acogida, por distintas causas se quedaron allí más tiempo del pretendido.  La emigración fue una solución y al mismo tiempo una trampa. Muchos no pudieron regresar a su patria.

En la época comprendida entre 1962 y 1977, según las estadísticas españolas, Suiza era el principal receptor de emigrantes españoles, con un monto del 38,5% del total, por delante de Alemania (34,9%) y de Francia (20,08%).

En Suiza, concretamente los españoles constituían en 1973 el 2,22% de la población, representando casi el 4%de la fuerza laboral.

Según datos recabados de investigaciones más de un millón de personas, lo que representaba el 70% de la emigración total, se desplazaron en el periodo entre 1959-1973. La emigración se detiene por la crisis de 1973, y tiene lugar el movimiento de retorno, que dura varias décadas. Posteriormente no se repiten cifras semejantes de emigrados debido al auge económico experimentado por España, especialmente con su incorporación a la Comunidad Europea en 1986.

Juan Chacón, emigrante español retornado a España, y miembro de varias asociaciones de emigrantes retornados, desempeñó un papel importante en la lucha política y sindical, la concienciación y las reivindicaciones laborales de los inmigrantes en sus lugares de acogida, fundando uno de los primeros centros de españoles expatriados. Según comenta Juan Chacón, fueron aprendiendo con la práctica a organizarse y a conocer sus derechos, informándose a través del movimiento sindical local, de estudiantes y de periodistas de la zona. Igualmente hacían reuniones, donde sus problemas se debatían y publicaban boletines informativos. Por distintos medios de presión como ocupación de Iglesias y paralización de fábricas consiguieron que los países de acogida mejoraran la regulación de derechos de este colectivo. Sin embargo, en los 70 del siglo XX, la crisis del petróleo generó rechazo y xenofobia hacia los emigrantes.

Por lo que respecta a España, el régimen de Franco no era partidario de que los emigrantes hicieran suyos los valores democráticos conocidos fuera, y en consecuencia creó las Casas de España, dotadas con libros, películas y materiales de propaganda franquista. Los consulados, en la misma línea, influyeron mediante charlas y actos de ideología política.

En cualquier caso, la mayoría de los emigrantes lograron sus objetivos: ahorrar, comprarse una casa, un coche, ayudar a sus familias enviándoles dinero…

Con su enorme esfuerzo contribuyeron, en gran parte, al desarrollo económico de España. Un esfuerzo al que no se le ha prestado suficiente atención en un país, España, que sigue manteniendo una visión estereotipada, tópica y folklórica del emigrante, que resuena en los ecos de la canción “El emigrante” de Juanito Valderrama.

SINOPSIS

La película que pivota entre la comedia y el drama, como la vida misma, refleja a distintos personajes qué fluctúan entre la adaptación al nuevo entorno, del protagonista Martín, y del desarraigo experimentado por su mujer, Pilar.

Carlos Iglesias, conocido cómico televisivo, sorprende como director, guionista y protagonista de esta comedia agridulce con tintes autobiográficos, ya que el niño de la película, Pablo, no deja de ser el alter ego del propio Carlos Iglesias, que emigró a Suiza con sus padres en los años 60 del siglo XX.

Es patente la idealización de Suiza, que siempre aparece soleada y colorida en la pantalla, frente a una España gris, la España del tardofranquismo, pobre y sin libertades. Una España representada por lugares cerrados, sótanos o pisos interiores, escenas urbanas cutres, sórdidas, pobres y sin encanto, correspondientes a los lugares donde malvivían las clases sociales desfavorecidas, a las que pertenecían gran parte de los emigrantes españoles de aquella época. Esta peculiar plasmación en imágenes traduce la visión personal del director de la España de los 60 del siglo XX.

Sin embargo, el producto resultante es honesto, claro y efectivo y la elaboración tan cuidada, que los personajes resultan creíbles y entrañables, logrando que el espectador sienta simpatía hacia ellos y los comprenda.

Esta comedia con tintes dramáticos se mueve en un tono agradable, amable, sencillo y modesto, sin deparar grandes sorpresas ni argumentales, ni de factura técnica. El reparto también se sujeta a estos límites de contención, no estando compuesto por grandes nombres de nuestra industria. Sin embargo, el director acierta en la caracterización de los personajes, reservándose uno de los papeles protagonistas, desempeñando su papel con discreción y mientras, el resto del reparto cumple. El español medio de la época está bien retratado como trabajador, valiente, preocupado por familia y amigos, alegre, con sentido del humor. Un sentido de humor, presente en el guion fresco y bien dosificado, que vertebra la película, un poco naif e irónico, sin resultar caustico en ningún momento.

El director haciendo gala de dotes de observación y de notable sensibilidad, configura un retrato del drama de la emigración de muchos españoles en la postguerra y durante el franquismo, espoleados por las duras condiciones de vida en España, para encontrar mejores expectativas.

Espero que esta película haya logrado refrescarnos a los españoles la memoria sobre nuestro pasado reciente: la emigración de nuestros padres y abuelos a Francia, Alemania y Suiza. Un pasado que no queremos reconocer, ni mirar y que olvidamos, careciendo por tanto de ojos empáticos para entender la dura situación de los nuevos emigrantes, que llegan a nuestras costas.

Espero también que esta amena tragicomedia, elaborada con mimo, ternura y nostalgia, nos haga reflexionar sobre el trato que dispensamos a los emigrantes, que recogen nuestras frutas y hortalizas y cuidan de nuestros mayores y de nuestros hijos.  ¿Cómo podemos reprocharles que no se adapten a nuestras costumbres, si somos los creadores de la morriña? ¿Cómo podemos tener el valor de rechazar a los que quieren venir a trabajar aquí, si nuestros propios padres y abuelos tuvieron que emigrar? Incluso muchos de nuestros hijos tienen que abandonar nuestra patria, porque nuestro país, escasamente industrializado y cuya economía está basada en el turismo, no genera los puestos de trabajo adaptados a su titulación. Dé hecho los sistemas sanitarios del Reino Unido o de Alemania dependen de muchas enfermeras, formadas con el dinero de los impuestos de los españoles, pero que tienen que ganarse el sustento fuera de nuestras fronteras, porque nuestro país no puede ofrecerles suficientes puestos de trabajo acordes con su formación.

Crónica.: Beatriz Recio Inés

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