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La tecnología, el verdugo de la socialización humana

Vivimos en la era digital y pensar que ciertos aparatos tecnológicos pueden tener una opinión propia y, no solo eso, sino también una tendencia determinada que incline la balanza hacia un lado u otro, no es algo que nos sorprenda. Plantear esa relación entre la tecnología y la política establece un principio en el que podemos llegar a hacer un análisis del hecho de que la cuestión va más allá de la propia tecnología y focalizamos el tema en el sistema económico o social en el que se desarrolla o desenvuelve esa tecnología.

La llegada de muchos sistemas de inteligencia a nuestras vidas ha hecho saltar todas las alarmas a aquellos que se preguntan si realmente la tecnología ha llegado para convertirse en una influencia negativa para nuestra sociedad. Uno de los ejemplos podría ser la inteligencia artificial. La influencia de la tecnología y, en ocasiones, su utilización atentando contra la ética profesional y moral, hace que la inteligencia artificial no evolucione y prospere con mayor rapidez.

Dentro de este planteamiento cabe destacar dos tendencias que el autor menciona para evidenciar las propiedades políticas de los aparatos tecnológicos. En primer lugar, el hecho de que el ser humano es un ser racional que ha configurado los artefactos través de su diseño para conseguir un objetivo concreto. En segundo y último lugar, dichos sistemas, ideados por humanos, se han creado para ser compatibles y necesitados por según qué tipos de relaciones sociales.

Las tecnologías pueden ser, en muchas ocasiones, empleadas para que faciliten la autoridad y el poder los unos sobre los otros. Es decir, acrecentar ciertos privilegios que otorguen control a un cierto grupo de personas y que estas, lo utilicen en su beneficio propio. Un ejemplo bastante simple sobre ello podría ser la televisión, una herramienta digital y masiva que actualmente casi todo el mundo puede obtener con facilidad. ¿Por qué puede ser este un aparto utilizado para lanzar un mensaje político? Fácil. Los candidatos políticos utilizan estas plataformas para dar voz y sobre todo imagen a su discurso.

Otro de los ejemplos que también es aplicable a esta relación entre la tecnología y la política, puede ser la arquitectura tecnológica. Los bancos que se sitúan en la vía pública y en los cuales se ha colocado barrotes y rejas en la mitad con el fin de que las personas que viven en la calle no puedan utilizar ese espacio para dormir.

El avance tecnológico hace que las personas que diseñan los artefactos tecnológicos tengan el deseo de obtener cierto dominio sobre los demás. La separación y la clasificación social es otro de los efectos secundarios de esta relación que no hace más que fomentar lacras sociales como el racismo. Los puentes de Long Island en Nueva York es otro de los ejemplos característicos que corroboran dicha cuestión. Los puentes de Long Island fueron diseñados con alturas generalmente bajas, pues no había más de tres metros entre el puente y la calle. Puede que esta característica pasase desapercibida para muchos de los ciudadanos, aunque no para todos. Los autobuses no podían transitar la zona y aquellas personas, normalmente de color y pobres, que hacían uso del transporte público no tenían acceso a esa parte de la ciudad. Mientras tanto, los blancos de clase media alta podían pasar con sus coches y transitar por Long Island sin problema alguno.

Por lo general, tenemos la concepción de creer que las tecnologías son herramientas neutrales que en realidad solo pueden utilizarse para hacer el bien o el mal. Normalmente no pensamos que un determinado invento ha sido diseñado para causar unas consecuencias temporales y lógicas que afectan al uso corriente de dicho aparato.

Como antes he mencionado, ambas modalidades de interpretación que realiza el autor se corresponden con la autoridad y los patrones de poder ligados fuertemente a las instituciones políticas de una sociedad. Asimismo, también podemos recalcar que esto afecta a las relaciones interpersonales de la ciudadanía, pues cuando dichos aparatos adoptan un carácter tecnológico e influyen en la calidad de la vida pública, se genera un cambio notable en el entorno de las personas.

Es por ello, que a la cuestión de si los aparatos tecnológicos tienen política, es lógico afirmar que, en definitiva, muchos de ellos lo tienen, aunque no hayamos sido conscientes de que convivimos entre nosotros. Hemos normalizado tantas conductas, actitudes y acciones por parte de los aparatos electrónicos que hemos dejado a un lado el hecho de analizar si realmente esas innovaciones estaban ejerciendo una presión y autoridad nociva contra la sociedad. Asimismo, considero que la única alternativa viable que existe para hacer un buen uso de la tecnología es que, de forma íntegra, aquellos que son los encargados de diseñar y hacer realidad los proyectos futuros, sean conscientes de si su construcción influirá de manera beneficiosa en el conjunto de la población.

 

María Vecina / AFPRESS

Fotografías: Markus Spiske y Mauricio Mascaro