El suicidio del conocimiento colectivo en la red
Creo firmemente que existen en el mundo personas extraordinarias que hacen de nosotros y del mundo, no sé si un lugar mejor, pero desde luego mucho más interesante. Son aquellas que están dotadas de tales conocimientos e incógnitas que nos ayudan al resto a esclarecer nuestras propias cuestiones. De alguna manera, esa intriga y curiosidad empuja al mundo, y a los que habitan en él, a progresar, a replantearse verdades que creían absolutas y a descubrirnos que existen tantas posibilidades y alternativas como seres humanos en este mundo.
Es por ello, que esas personas, no solo están en peligro de extinción, sino que suponen una amenaza para el sistema y para aquellos gobernantes que lideran actualmente nuestro mundo, nuestra manera de pensar, de actuar y de relacionarnos. Aquellos que tienen el poder para gobernar a la sociedad, tienen miedo de que aquellos a quienes gobiernan, descubran que la relatividad también es aplicable a su mundo y que no porque se hayan acostumbrado a unos cimientos ya construidos, deben conformarse con eso.
De este modo, deberíamos preguntarnos, ¿por qué algo o alguien que fomenta el progreso de la humanidad puede llegar a ser un peligro para la misma? Y es que, si llevas prácticamente toda tu vida creyendo que lo que ves, escuchas y dices es la única afirmación posible, no me extraña que haya personas desconfiadas al cambio y que se nieguen a aceptar que puede que hayamos estado engañados tanto tiempo, que ya no consigamos diferenciar qué es lo que verdaderamente importa.
El filósofo alemán, Nietzsche, tenía un concepto bastante particular en lo que se refiere a la vida. Él afirmaba que solo hay vida, cuando la conservación de la misma, está en constante progreso y movimiento para llegar a conseguir el aumento que desea. Si lo que la vida conserva, no crece, entonces muere. El concepto de vida de una sociedad se acentúa gracias a la consecución de aquellas acciones que realizamos para continuar viviendo.
Creo que hay una estrecha relación entre lo que el pensador plantea y la sociedad y mundo digitalizado al que nos enfrentamos. Nietzsche era denominado, al igual que otros, como “filósofos de sospecha”, pues creían firmemente en la concepción de que el mundo escondía bajo esa mascara de gratitud, gentileza y valores inquebrantables, un doble rasero bajo el que se deja entrever la falsedad, el engaño y la codicia.
La vida debe aumentar y para ello, son necesarias las herramientas pertinentes que nos dan acceso al conocimiento para seguir creciendo. Se trata de un espacio vital en el que poder desenvolverte y conseguir, tal y como afirma el autor, la voluntad de poder necesaria que nos dará las llaves para obtener lo que deseamos y que, al mismo tiempo, controla aquello que poseemos.
El conocimiento es la mayor fuente de sabiduría que una persona puede adquirir a lo largo de su vida. Creo que la libertad de poder perseguir aquellas cuestiones que nos hacen replantearnos nuestras propias certezas, es el mejor legado que podemos obtener. También que, un mundo basado en la ignorancia es el mayor suicidio colectivo que puede cometer.
Siendo entonces el conocimiento el punto de partida en el que una persona empieza a formar su propio imaginario en relación a los contenidos que va adquiriendo a lo largo del tiempo, ¿no debería ser esta fuente de riqueza algo que todos pudiéramos disfrutar? La capacidad de pensar por uno mismo hace al ser humano tener la aptitud de tomar decisiones propias que le ayuden tanto a él, como al resto, a conseguir objetivos comunes. Cuanto menos sabes, más sencillo es ser engañado por aquellos que pastorean a una sociedad ciega, sorda y muda.
Actualmente, uno de los mayores espacios de conocimiento es Internet. Un lugar bastante codiciado por aquellos que intentan proclamarse abanderados de ser dueños de contenidos que nos pertenecen a todos, y a los que todos deberíamos tener acceso. La privatización de los mismos, no hace más que levantar barreras que separan claramente a aquellos que tienen acceso al conocimiento y a los que están condenados a no reinventarse jamás.
Controlar. Según señala la RAE denominamos controlar a: “Dirigir o dominar a una personas o cosa”. Ejercer un poder de presión que acatamos de manera consciente o inconsciente dependiendo de la situación, lugar, género o tradición en la que nos encontremos. Desde que somos bien pequeños nos controlan. A través de los juegos, las comidas, las relaciones afectivas, el trabajo o el ocio.
Internet ha aportado gran valor a este término. Gracias a su aparición en 1969 y con su progreso continuado a lo largo del tiempo, este control se ha hecho más notable en el día a día de las personas. Estamos conectados continuamente los unos con los otros 24 horas al día 7 días a la semana. Y no se trata de una conexión únicamente ficticia en la que creemos que nosotros controlamos el cuándo, dónde y con quién hacer uso de internet, sino que es éste el que se ha vuelto nuestro controlador.
Bien sea a través de cookies o distintas plataformas sociales como Instagram, twitter, Facebook, YouTube, Linkdl, WhatsApp y una infinidad más que podría seguir enumerando, han acabado por infiltrarse de tal manera en nuestras rutinas, que ya nadie se acuerda de cómo era la vida antes de la digitalización de nuestro mundo. Las nuevas tecnologías han aportado a nuestra sociedad grandes avances, descubrimientos, instantaneidad y, sobre todo, facilidad en el día a día.
Esa facilidad nos ha hecho acostumbrarnos a un modo de vida en el que las personas han dejado de sorprenderse, y se han acomodado a una apática rutina en la que las tecnologías se han apoderado de nuestra vida, a pesar de estar ahí claramente por un fin: enseñarnos a mirar de manera distinta nuestro mundo. Asimismo, dependiendo de las manos en las que caigan provocan efectos completamente distintos.
Supongo que ejercer el control sobre las personas, dota a aquellos que lo poseen, de gran cantidad de poder. Y si el conocimiento equivale a tener cierto grado de poder, ¿quién quiere compartirlo? Los interesen mueven el mundo, y como antes comentaba, no todos los que están en la cima de la pirámide, y que se rigen por dichos intereses, están dotados de las capacidades necesarias para compartir y ejercer un modelo que garantice que las personas están precisamente para hacer de nuestro escenario social, algo mejor.
Artículo: María Vecina / AFPRESS
Fotografías: Luis Gomes, Markus Spiske, Ashutosh Jaiswal, Tracy Le Blancn y Lisa Fotios
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