A la Altura
Que poco tarda el mundo en ponerse del revés. Como puede cambiar la vida de un momento a otro sin esperarlo. Lo que hoy estamos viviendo, una crisis sanitaria sin precedentes en la historia moderna, provocada por un virus que tiene confinado a más de medio mundo y para el que, de momento, no hay cura, nos debe servir para reflexionar sobre el orden correcto de las cosas una vez que esto pase, para escribir sobre un folio en blanco qué sectores, servicios o productos son imprescindibles para el ser humano en situaciones límite y empezar a trabajar en reforzarlos por si nos viene otra situación de estas dimensiones. Por qué si algo está quedando sobradamente demostrado estos días, es que los dos pilares básicos para que un país se siga manteniendo en pie son dos: la salud y la alimentación. Sin eso, nada funciona.
Este artículo es una muestra profunda de agradecimiento para estos dos sectores, porque sin ellos no hay esperas que valgan, no hay confinamientos que funcionen, esto sería un caos que derivaría en una guerra provocada por enfrentamientos, desabastecimientos, saqueos y mucha penuria. Un agradecimiento, por un lado, a todos aquellos sanitarios que en estos días están arriesgando sus vidas y las de sus familias por salvar al mayor número de personas posible. Por otro, a las personas del campo, a aquellos que producís alimentos de calidad: leche, carne, huevos, frutas, verduras y hortalizas frescas…y que permitís el abastecimiento alimentario de la población a diario.
Hoy más que nunca puedo decir que me siento muy orgulloso de ser agricultor. De pertenecer a un gremio que ha demostrado una solidaridad y una fortaleza sin límites. Pero no solo eso, el compromiso del sector productor en esta crisis resulta estremecedor. Desde el primer día que se decretó el Estado de Alarma, nadie ha titubeado un segundo en salir cada mañana a trabajar la tierra, a producir alimentos de calidad para que su país pueda comer. Sí, esas gentes que hace unas semanas cortaban carreteras y protestaban por unos precios justos por sus productos, que denunciaban el total abandono de las políticas españolas y europeas durante años, que incluso eran aporreados por las fuerzas de seguridad del Estado en algunos puntos de España por expresar su opinión, son los que ahora prestan sus tractores y maquinaria con los que fueron multados de forma desinteresada para limpiar y desinfectar las calles de los pueblos; los que prestan sus manos para asegurarnos los alimentos frescos; los que ponen en riesgo su salud por nosotros… Porque tienen, al igual que nuestros sanitarios, eso que les falta a la mayoría de nuestros políticos, el compromiso y la responsabilidad de cumplir con su deber.
Si hay algo que me duele especialmente, es que haya tenido que llegar un desastre mundial de estas dimensiones para que nuestra clase política se dé cuenta de por qué somos sector estratégico. Quizás hoy, más de uno entiende nuestro clamor contra todas esas políticas europeas que nos han utilizado como moneda de cambio en numerosos tratados y que tanto daño nos han hecho dejando entrar producciones de terceros países que arruinaban nuestros productos ¡Qué mal estaríamos si nuestra alimentación estuviera ahora en manos de países como China, Marruecos…, como está ocurriendo con el acceso a todo el material de protección para los sanitarios, los test de detección del virus… y que tantos problemas de abastecimiento, seguridad y fiabilidad está causando a nuestro sistema sanitario.
Por suerte, el abandono de la clase política respecto al sector de la producción no ha terminado por desmantelar la actividad del agrícola. Gracias a la entereza de nuestros agricultores y ganaderos, que hoy siguen al pie del cañón, demostrando que ellos sí que han sabido estar a la altura en una crisis sin precedentes, podemos decir que la alimentación en España está asegurada porque está en nuestras manos. Cuando todo esto pase esperemos que nuestro Gobierno, nuestros diputados y la Comisión Europea aprendan alguna lección en términos de solidaridad entre regiones y se cumpla el aforismo, tan recurrido estos días por los agricultores, de que la “letra con sangre entra”. Cuidemos a nuestros agricultores, ganaderos y sanitarios, y no permitamos ni un día más el maltrato a quien nos da de comer y a quien nos atiende cuando estamos enfermos. Aprendamos, aunque sea por estos “estacazos” que estamos recibiendo, que con la salud y la comida no se puede jugar.
Eladio Aniorte Aparicio
Presidente de ASAJA Alicante – Jóvenes Agricultores