LA FASCINANTE RAMBLA SALADA DE ALBATERA Y LA MURADA
La rambla Salada constituye un paraje tan árido como sorprendente, como los hay pocos en el sureste peninsular.
En multitud de ocasiones nos sorprendemos conociendo lugares que, aun teniéndolos muy cerca de casa, desconocemos o ignoramos. Algo así me ocurrió con este yermo lugar, que se reparte entre los términos de Albatera y Orihuela (al suroeste de la provincia de Alicante, a poca distancia de la Región de Murcia). Gran parte de la rambla discurre por la pedanía oriolana de La Murada. La sorprendente rambla Salada, cuya excursión (9,25 km) merece totalmente la pena, cumplió con creces mis expectativas.
Encontrar el punto de partida no es muy fácil. Lo más recomendable es llegar al núcleo urbano de Albatera y, desde ahí, buscar el Camino de la Sal (preguntando, si es necesario) y seguirlo hacia la sierra, para cruzar el trasvase y continuar por el mismo camino hasta ver, a la izquierda, un cartel informativo sobre la rambla Salada. A partir de este punto, todo a pie. La señalización del itinerario está algo deteriorada en algunos puntos del sendero (postes caídos, letras borradas…), aunque este se adivina, fácilmente, siguiendo unos puntos verdes pintados sobre las rocas (también hay algunas marcas de PR).
El primer tramo se realiza por pista forestal, hasta que encontramos un antiguo canal por cuyo interior seguimos. En un punto del canal el itinerario se bifurca: podemos continuar por el canal o bajar hacia las charcas de la rambla; más adelante, ambas sendas se juntan en el lecho de esta. En nuestro caso, hicimos la ida por el canal y la vuelta por las charcas.
Ya en la rambla, el itinerario no tiene pérdida. Se trata de continuar por el interior de esta y, en función del tiempo y las ganas de cada cual, andar más o menos. Al final de la rambla hay una vía ferrata para superar un paso elevado, el cual permite acceder a unas pozas denominadas Los Lagos. Nosotros no llegamos hasta ese punto, aunque tampoco nos dimos la vuelta para volver por el mismo camino —por el interior de la rambla, que en este tramo parece, más bien, un pequeño cañón—. Tuvimos la suerte de encontrarnos con un pequeño grupo de senderistas de La Murada (Orihuela), quienes se conocían el entorno como la palma de su mano. Nos propusieron que les siguiéramos, ya que iban a realizar el regreso por el Corral de las Vacas. Y eso hicimos. La senda es realmente mala, pues se pierde en algunos puntos, aunque la variante bien merece la pena, ya que permite observar, desde arriba, el serpenteante curso de la rambla. Al final, esta variante vuelve a salir a la rambla, más o menos a la altura de los restos del que debió ser el acueducto más largo (el cual ya habíamos visto antes).
Además de la ingente cantidad de sal acumulada en el lecho de la rambla, así como de la coloración marrón debida a la oxidación de los minerales, destacan algunas grandes rocas que encontramos en la ruta: el Barrón Negro consiste en una gran roca negruzca con numerosas vetas blanquecinas (dolomía triásica), junto a la cual hay dos antiguos y profundos pozos excavados en la roca; en otro punto de la rambla encontramos una gran roca de coloración verdosa (ofita o pórfido).
La rambla Salada no es un lugar más al que ir a pasear. Es un lugar especial, como los hay pocos. Es cierto que no cuenta con una masa forestal significativa, pero no todas las excursiones tienen por qué discurrir por bosque. La rambla Salada te hace comprender que, aunque creas haberlo visto todo, siempre habrá lugares increíbles por descubrir. No dejéis de ir. Yo volveré.
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Fuente.: alicante.digital
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