ELCHE – LA EPIDEMIA DE 1811
LA MAYOR TRAGEDIA DE LA HISTORIA MODERNA DE ELCHE
En el verano de 1811 la ciudad de Elche padeció una virulenta epidemia de fiebre amarilla que redujo su población, de unos 20.000 habitantes, en un cuarenta por ciento. Una mortalidad impresionante.
Las cifras oficiales establecen en 8.000 las defunciones ocurridas en su periodo mas virulento, que fue entre el 19 de Septiembre y el 18 de Octubre, aunque Pedro Ibarra en su «Historia de Elche» pone la cifra en 11.000 fallecidos. En cualquier caso hablamos de 100 muertos diarios.
La enfermedad fue introducida en la ciudad por un regimiento de soldados voluntarios catalanes que procedentes de Cartagena volvían a su tierra y a los que se les permitió acampar y pernoctar en la ciudad ilicitana después de ser rechazada su petición en Alicante. La epidemia llegó a Cádiz, traida por soldados que habían estado en America desde donde se fue extendiendo a Málaga y a otras ciudades del sur, hasta llegar a Cartagena.
D. Diego Navarro, uno de los médicos de la ciudad, convocó a la Junta de Sanidad y trató de que no se celebrara ese año la representación asuncionista del Misteri para evitar las aglomeraciones de gente y por lo tanto el mayor peligro de contagio de la enfermedad.
Tanto por la Junta como por las autoridades no se le hizo caso a sus recomendaciones y la consecuencia fue que la Festa jugó un papel fundamental en la propagación y el contagio de la población. Justo a partir del 16 de Agosto comenzaron a darse los primeros casos y estos fueron en aumento hasta darse 400 muertos en un solo día de septiembre.
Fue esta una dura lección que tuvieron que aprender los ilicitanos. En posteriores epidemias, como las de cólera de 1855 o de 1885, si se suspendieron temporalmente las fiestas.
Al principio de la epidemia la Junta Sanitaria local prohibió los enterramientos en el interior de la ciudad y decidió el traslado de los cadáveres a un terreno situado en la salida hacia Crevillente. Los muertos se enterraban en una fosa común.
Los esfuerzos de las autoridades sanitarias fueron insuficientes ante una enfermedad desconocida en los primeros años del Siglo XIX.
Fallecieron todos los médicos de la ciudad así como los refuerzos que vinieron de fuera. Eclesiásticos, monjes, curas, frailes, juristas, alguaciles y oficiales del Ayuntamiento murieron tambien. Los presos locales fueron obligados a ejercer de enterradores cuando a estos la enfermedad los mató. Las escenas que debieron vivirse en ese corto tiempo en Elche tuvieron que ser dramáticas y dantescas. Se cavaron tumbas improvisadas en calles y solares para poder enterrar a tanta gente.
A finales de noviembre la fiebre remitió y se contabilizaron oficialmente casi nueve mil muertos. Al no tener control sobre los fallecidos en las pedanías, se estima que cerca de 11.000 fueron las víctimas de la fiebre amarilla. La epidemia se dió por acabada oficialmente en los primeros días de 1812.
A raíz de aquella epidemia se tomó la decisión de construir un cementerio en las entonces afueras de la ciudad en dirección Crevillente, el conocido actualmente como «Cementerio Viejo».
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Fuente.: carabassi.net
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