Halloween: la ciencia del miedo
El miedo es una emoción humana que, como todas las demás, tiene una función biológica. Sirve para ponernos alerta y poder protegernos frente a situaciones de peligro.
Igual que la ira, el deseo sexual o el placer, el miedo está controlado por el sistema límbico. Éste es el responsable de desencadenar en el cuerpo una serie de reacciones, que responden al instinto de supervivencia: el miedo va a asegurar que se produzcan las respuestas corporales necesarias para el éxito del individuo ante una situación de riesgo.
El mecanismo biológico del miedo funciona de la siguiente manera: cuando los sentidos analizan una percepción (por ejemplo, la imagen de un depredador) transmiten a la amígdala central una determinada información. Esta información es interpretada por la amígdala como algo peligroso, y envía señales eléctricas al sistema nervioso autónomo. A continuación, segregamos noradrenalina, que agudiza la percepción y aumenta la capacidad de memoria. Por su parte, el hipotálamo ordena a la glándula pituitaria que segregue hormonas “de emergencia” y las glándulas suprarrenales segregan adrenalina en la sangre.
Lo que el individuo nota, como consecuencia de estas reacciones de su organismo, es que el corazón late más deprisa, la respiración se acelera, se dilatan las pupilas, y se inhiben otras funciones no necesarias en ese momento, como la digestión. Todo ello tiene el objetivo de preparar al cuerpo para una huida inminente, o incluso un ataque.
Cuando tenemos miedo, es normal que nuestro pulso se acelere, al igual que la respiración; la presión sanguínea aumenta, circula más rápido y hacia las extremidades (en caso de tener que correr). Por eso, no es raro ponerse pálido.
Además, algunas reacciones extremas al miedo son la sudoración (para refrigerar el cuerpo en caso de huída), la sordera parcial, la visión de túnel, sequedad bucal (como consecuencia del cese de la digestión), paralización del cuerpo o incluso alteración de la percepción (sensación de que el tiempo pasa más lento).
¿De qué tenemos miedo? Además de lo obvio (situaciones que puedan poner en peligro nuestra seguridad) también le tenemos miedo a cosas que no pueden hacernos daño o que no existen, los miedos irracionales (como el miedo a la oscuridad, a los fantasmas, o a hablar en público). A qué le tenemos miedo cada individuo depende de nuestra predisposición genética, además de a los estímulos a los que nos hemos sometido a lo largo de la vida. Cuando un miedo irracional provoca síntomas incapacitantes para llevar una vida normal, a este miedo se le denomina fobia, y debe ser tratado con ayuda de un profesional de la psicología.
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Fuente.: muyinteresante.es
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