La tecnología que está ayudando a concluir la Sagrada Familia
Antoni Gaudí no requiere presentaciones. El catalán es uno de los arquitectos más populares de la historia, unánimente reconocido como un visionario, de genialidad arrebatada, precoz en sus logros y enorme en sus ambiciones. Todo en él resulta excesivo: desde su fama de juventud hasta su muerte de película atropellado por un tranvía en la Gran Vía de las Cortes Catalanas de Barcelona. Siete de sus obras están hoy consideradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero sin duda la más famosa, la que más visitantes atrae, es su gran proyecto inacabado, el templo de la Sagrada Familia de Barcelona. Según datos de la Junta Constructora, más de cuatro millones y medio de personas accedieron al edificio el año pasado, aunque el ayuntamiento calcula que hasta 20 millones se acercaron para admirarlo desde el exterior.
Alrededor de la personalidad superlativa de Gaudí, al igual que ocurre con las figuras de otros grandes creadores, se levantan multitud de mitos e historias. Dotado de gran talento, de él se cuenta que era capaz de imaginar sus edificios por completo sin necesidad de plasmarlos primero en planos, aunque le gustaba trabajar con maquetas. En su estilo, ahora inconfundible e imitado, mezclaba las formas de la naturaleza con la perfección técnica, bebiendo de innumerables influencias anteriores para alumbrar obras eclécticas y únicas.
Gaudí aceptó el encargo de terminar la Sagrada Familia en 1883 cuando tenía 31 años (la primera piedra del templo se había colocado el 19 de marzo de 1882, pero el arquitecto original renunció al trabajo) y esperaba acabarla en un plazo razonable, a pesar de la grandiosidad que sus ideas iban imprimiendo a la basílica. Murió sin verla terminada. Durante 43 años dedicó gran parte de sus energías a esta obra, los últimos 15 de su vida lo hizo de forma exclusiva sin aceptar otros encargos. Aunque los andamios y las obras intermitentes se llegaron a convertir en una parte importante del mito del templo, hoy es posible poner fecha tentativa de finalización de las obras gracias a las nuevas tecnologías. Para ello los arquitectos encargados de llevar a término el sueño de Gaudí utilizan en su trabajo software de ingeniería aeronáutica, impresoras 3D e incluso recreaciones de realidad virtual. Y están convencidos de que el artista catalán -que ya fue un innovador en técnicas de construcción- estaría feliz de ver tanta tecnología aplicada en su proyecto.
El 1 de marzo de 1886 Josep María Bocabella, editor y filántropo, impulsor de la construcción de la basílica, se dirigió a los fieles para tranquilizarles por lo que muchos temían iba a ser una obra eterna: “Todos vosotros, queridos hermanos, estáis ansiosos de ver concluido el Templo expiatorio de la Sagrada Familia, y hasta algunos os habéis quejado porque se hacía tan grandioso, que sería obra de un siglo. A fin de tranquilizaros, (…) el Director de la obra, para satisfacer vuestros deseos, se compromete a dejar el templo concluido a los diez años, con tal de que no vengan sucesos o circunstancias extraordinarias, y se recauden unos seis mil duros mensuales”. Si todo va según lo previsto, el piadoso Bocabella sólo habrá errado en sus cálculos 130 años, porque gracias a las nuevas tecnologías las obras podrán estar terminadas exactamente un siglo después de la muerte de Gaudí. Pero, qué son los años humanos si los comparamos con la eternidad divina… como bromea Jordi Faulí, el arquitecto director de la Sagrada Familia: “Gaudí una vez dijo que su cliente no tiene prisa. Y es verdad”.
Entrevista y edición: Maruxa Ruiz del Árbol, David Giraldo
Texto: José L. Álvarez Cedena